Álvaro de Cózar, El País. Madrid, 29 Noviembre 2013
El palacio de la Equitativa, antigua sede de Banesto, uno de los edificios singulares del entorno de la plaza de Canalejas. ÁLVARO GARCÍA
En noviembre de 1998, un lector del Abc envió una carta al director del diario en el que felicitaba al Ayuntamiento de la capital por comprar “a sus respectivos propietarios tres emblemáticos edificios de Madrid que estaban en estado ruinoso: el colegio de los Escolapios de San Antón, la casa de los Duques de Sueca y el palacete de Iván de Vargas”. Consideraba el lector que, con su compra, la Administración pública los había salvado de su ruina y lamentaba que no se hubiera hecho lo mismo con el hospital Homeopático, en la calle de Eloy Gonzalo. Las cosas salieron al revés. Los tres edificios comprados entonces tuvieron o tienen todavía muchos problemas. El colegio de los Escolapios de San Antón en la calle de Hortaleza sufrió un largo periodo de abandono desde 1988 y fue finalmente demolido —a excepción de las fachadas— para acoger la actual sede del COAM.
La Casa de Iván de Vargas fue cedida por el Ayuntamiento a la Fundación Nuevo Siglo, que la demolió en 2002 para edificar en su lugar una réplica sobre la que se pegaron los antiguos escudos como si fuesen sellos de correos. Y el palacio de Sueca sigue abandonado y sin uso a la espera de una restauración siempre postergada, y fue declarado en ruinas parcialmente este mismo año por el mismo Ayuntamiento. El edificio que no compró el Ayuntamiento, el hospital Homeopático, de 1874, fue restaurado en 2009 y se encuentra en uso. La historia de aquella carta la contaba hace unas semanas Alberto Tellería, miembro de la plataforma Madrid, Ciudadanía y Patrimonio.
El arquitecto hablaba a toda velocidad a un grupo de periodistas que hacían un recorrido en un microbús por la zona roja del patrimonio en la capital, aquellos lugares históricos camino de la ruina o abandonados a su suerte. Y recurría Tellería a la carta del lector para criticar que sea precisamente el Ayuntamiento de la capital, supuestamente el encargado de velar por el patrimonio de la ciudad, el que más se desentienda a veces de su suerte. “El diálogo puede llegar a ser más fácil cuando hablamos con los propietarios privados. Con el Ayuntamiento es a veces muy complicado; entre otras cosas, porque cambian a los responsables continuamente”, comenta Tellería.
El minibús arranca muy cerca del Frontón del Beti Jai. No todo el que pasa por el número 7 de la calle del Marqués de Riscal sabe que detrás de esa red verde que apenas deja ver la fachada se encuentra uno de los edificios más interesantes y ocultos de Madrid. Fue construido en 1894 y se trata del único ejemplar de frontón industrial de esa época conservado en España. Sobre él recae la mayor protección que puede tener un edificio, su catalogación como Bien de Interés Cultural, concedida en 2011. Mientras el Ayuntamiento y los propietarios discuten en los tribunales por la cantidad que ha de pagarse para que pueda expropiarse, el edificio empieza a tener serios problemas para mantenerse en pie. Dos últimos hundimientos en el techo registrados en las últimas semanas amenazan su estructura, si no se pone remedio urgente.
El vehículo enfila hacia Alonso Martínez y de ahí a la calle de Mejía Lequerica. Los muros no dejan ver bien los jardines del palacio de Ustáriz, del siglo XVIII. Aunque ya no hay demasiado que ver allí, pues ya sólo se conservan algunos árboles en un estado lamentable, según cuentan los miembros de Madrid, Ciudadanía y Patrimonio. Lo valioso, las escalinatas y las yeserías decimonónicas, están en su interior. Se habrían llegado a conocer si el proyecto para hacer un hotel allí hubiera cuajado, pero la conexión madrileña con la Operación Malaya hizo que el proyecto se parara.