publicado en Una nueva pedagogía por Andrés Martínez
Pescado recién descargado en el muelle de Baleares (foto cortesía PF, Otoño13)
Nunca frívolo, siempre serio, a cada vez valiéndose de un arsenal de argumentos, FM destripa como un cirujano las trampas de esa aparente modernidad que se esconde detrás del cascarón, y que no denota otra cosa que las últimas bocanadas de una cultura dirigista, dirigida, y de falsa rebeldía. Defiende, frente a ello, la seriedad de la crítica (como la que él practica) como parte complementaria e indisociable de la práctica y cultura arquitectónicas. Simpatizo y disfruto con él y sus polémicas, que me recuerdan a algunas de las más sonadas que tuvo el también grande Ignacio Echevarría con escritores contemporáneos de dudoso talento (desde luego menor que el suyo), y siempre en defensa de la importancia de la crítica; en su caso, la literaria.
Yo creo que política se hace no con happenings ingeniosos encerrados en salas de exposición y dedicados a llamar la atención de los focos, sino, como casi todo en nuestra profesión, saliendo a la calle, y mediante el hecho construido: ya quiera decir esto ensamblar materiales en una fachada orientada a mar, o abrir una calle nueva en un casco antiguo denso e infecto...
Cuento todo esto porque he asistido muy contento a la polvareda de discusiones que ha levantado entre nuestros alumnos un enunciado, el de este curso, que tomamos en sus inicios como bastante inocuo: la recuperación y transformación, para potenciar su uso original (la pesca, y todo lo que gravita en torno a ella) del viejo muelle de Baleares del puerto de Barcelona. Un muelle que resulta estar, para su fortuna y desgracia, en el epicentro de todas las fuerzas de destrucción que pesan sobre esta ciudad, y es buen testigo del duelo que, a pesar de muchos, consigue mantener contra los intentos de expolio a manos privadas, de convertirla en un monocultivo turístico.
Dudábamos de la capacidad de un puñado de viejos barcos de pesca sin pintar, de una lonja que se cae por el óxido, o de una pila de cajas de pescado azul apresado al amanecer, de plantar cara a los planes (vergonzosos) de convertir el puerto antiguo en una sucesión de marinas de lujo para atracar yates de multimillonarios (la última fase, ésta de la Bocana Norte). Tampoco estábamos seguros sobre si incorporar al muelle el flujo de turistas que podrían llegar prolongando la Rambla de Mar acabaría definitivamente con su esencia (mantenida hasta hoy sólo por su condición de península aislada) o podía servir de excusa para recuperarlo como el espacio de contacto con el puerto que le falta a su barrio de toda la vida: la Barceloneta.
Tras mucho debate, parece que se impone la idea de que no todo está perdido en la lucha contra esos intereses anti-ciudadanos (sólo el hecho de que se plantee la duda, ¿no nos dice ya lo grave que es la situación?) y que como arquitectos tenemos mucho que decir, y bastante que proponer, para que esta tendencia se invierta. Porque, ¿no es todo, al fin y al cabo, política? ¿No ha llegado nuestro momento —como profesionales; pero también como ciudadanos— de usurpar el debate político (que nunca debimos perder) a una casta (gigante en su tamaño) que sólo vela por sus intereses y los de quienes les financian? ¿A una cultura afin que no hace más que bailar a su ritmo?
(vía Andrés Martínez)
¡Gracias por citarlo aquí, Pere! ¿Qué opinas tú al respecto, algún comentario?
ResponEliminamuchos. me parece que con temas de esta naturaleza, es decir, que afectan a la ciudad y a los ciudadanos de manera tan clara, hay mucho por decir.
Eliminano mencionas que el curso se plantea como alternativa a un plan aprobado que pretende algo menos ambicioso como es "abrir" una parte del muelle al público y "reordenar" los usos pesqueros; o sea, substituir los edificios actuales por otros más "adecuados".
probablemente, el arquitecto que ha avalado el plan con su proyecto no ha tenido mucho margen, puesto que la decisión de abrir al público una parte limitada del espacio, de ocupar con aparcamiento en superficie el ámbito de la lonja actual, etc., ya estaba tomada.
es una lástima, porque dividiendo un proceso coherente en partes, el resultado deja de ser coherente. quizás nadie se ha planteado si la decisión anterior era correcta. nadie ha planteado alternativas. ni tan sólo la más evidente: ¿necesita la Barceloneta más espacio de muelles desocupados a su alrededor (pensados para turistas y barceloneses de paso)? ¿qué necesidades del barrio (rodeado por infrastructuras metropolitanas como el puerto, la playa y la ronda) podría haber cubierto esta operación?
cuándo sólo se solicitan los servicios de un arquitecto para dar forma a unas decisiones ya tomadas, se está desaprovechando su capacidad y conocimiento para repensar la ciudad, es decir, para hacer política, en el mejor de los sentidos.
nuestra obligación como universidad sería presentar los resultados del taller al barrio y a la autoridad para explicar qué potencial se está, simplemente, ignorando.