17 de novembre del 2014

Detroit casa a casa

por David García para Yorokobu, 13 noviembre 2014
fotos de Michelle y Chris Gerard




"Cerró un banco. Buena noticia si eres enemigo del capitalismo y buena noticia para Lynne y Mike Savino, un matrimonio de Detroit que, años después del cierre, encontró en el local el lugar perfecto para moldear su vivienda. Dada la situación financiera en la que se halla la ciudad, algunas cosas solo pueden ocurrir en Detroit y en no muchos sitios más.

La progresiva decadencia que ha padecido la ciudad de Detroit en los últimos años ha dejado un importante catálogo de ruinas, estercoleros y rincones depresivos. El lugar que nos ocupa tenía todas las posibilidades ya que era, siendo benévolos, un buen puñado de porquería.





Su ahora propietaria, Lynne Savino, explica que el edificio llevaba ya varios años en venta. Los Savino, a la vez, vivían en una «casa grande y bonita» desde hacía trece años, pero aseguran que tenían planeado mudarse al centro de la ciudad más importante de Michigan para ocupar algún «espacio poco convencional».

10 de novembre del 2014

la metrópoli para quien la habita

Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. Sin embargo, apenas hay estudios sobre la influencia de un barrio en la calidad de vida de sus vecinos. Jan Gehl, arquitecto danés, es uno de los impulsores de un movimiento que busca aplicar el método científico al urbanismo y así diseñar ciudades más habitables. Además, dos proyectos españoles, en Madrid y Barcelona, estudian cómo repercute la organización urbana en la salud física y mental de los ciudadanos.


En algunas zonas de las grandes urbes, como Nueva a York, se tiende a una organización no apta para viandantes. Una generación de arquitectos, de la mano de las ciencias, quiere devolver las ciudades a las personas.

“Siento mucha pena por vosotros, los arquitectos, porque os comunicáis con vuestros dibujos en dos dimensiones y eso ha hecho que os obsesionéis con la forma”. Ante su auditorio, el ponente coge una jarra de cristal, la señala y dice: “Esto, por ejemplo, no es arquitectura, sino escultura. La arquitectura es la interacción entre la forma y la vida. Y solo si la interacción funciona, es buena arquitectura”.

Quien señala la jarra es Jan Gehl, arquitecto danés, durante su charla en el congreso científico ESOF celebrado en Copenhague en julio de 2014. Desde hace décadas Gehl se dedica a investigar y promover medidas para devolver las ciudades a la gente que las habita. Ciudades que albergan ya al 54% de la población mundial –y subiendo–, y que han sufrido un verdadero cambio de paradigma.

En 1971 Gehl publicó Life Between Buildings (La vida entre los edificios), un libro que se cita como uno de los referentes para la regeneración urbana. Justo diez años antes, apareció el que Gehl considera uno de sus favoritos: The Death and Life of Great American Cities (La vida y la muerte de las grandes ciudades americanas), escrito por Jane Jacobs, una periodista estadounidense que acababa de mudarse al Greenwich Village, en Nueva York.

Nueva York en lucha

El Village es uno de los barrios más antiguos de la ciudad y su organización rompe la típica cuadrícula neoyorkina. Las autoridades propusieron construir una autopista que lo atravesara, desplazando a numerosos residentes y destruyendo parte de los edificios históricos. El libro y las movilizaciones de Jacobs y de los vecinos, en contra de la propuesta y a favor de orientar las calles hacia sus gentes, lograron frenar su construcción. Poco después, el Village sirvió de nicho a la generación beat y ahora es uno de los pulmones sociales de la ciudad.

“Los arquitectos influyen en la vida de la gente, pero esta se pregunta por qué no piensan en ella”, comenta Gehl. “La llegada del coche y la bajada de precios de la gasolina han traído una confusión de escalas. Antes había una arquitectura de 5 km/h, adecuada para la gente que paseaba. Ahora se tiende a una arquitectura de 60 km/h, con grandes carreteras y espacios no aptos para quien camina”.

Gehl cita ejemplos de mala arquitectura producidos por una mezcla entre la confusión de escalas y la obsesión por la forma. Uno de ellos es el nuevo proyecto de Frank Gehry que ha enfurecido a los vecinos del barrio neoyorquino de Brooklyn, el peculiar complejo de apartamentos B1. O el llamado por Gehl “síndrome Brasilia”, culpable de la construcción de ciudades para que sean atractivas cuando se observan... desde un avión.


Brasilia es un ejemplo de ciudad diseñada para ser vista desde un avión.

“Cuando se sobrevuela Brasilia la vista es magnífica. La ciudad entera reproduce la forma de un pájaro, pero a pie de calle es una ruina”, comenta Gehl. Los espacios sin sentido hacen que la gente tenga que “caminar sin parar para no llegar a ninguna parte”. Algo parecido a lo que está sucediendo en muchas ciudades de China o en Dubai, con sus formas geométricas solo apreciables desde el aire.

Otro ejemplo de mala arquitectura para Gehl es el del museo Guggenheim, en Bilbao. Preguntado al respecto, comenta a Sinc que “es demasiado cerrado respecto a la ciudad. Es un edificio introvertido”. Todo lo contrario que el de la ópera de Sydney, que “tiene espacios públicos al aire libre muy útiles” o la Federation Square, en Melbourne, que, a pesar de parecerse mucho al museo de Bilbao, es “brillantemente extrovertido”.

Federation Square, en Melbourne, un complejo "brillantemente extrovertido".

Investigación y recogida de datos para un mejor diseño de las ciudades

En las listas de las ciudades más habitables figuran Copenhague, Melbourne y Sydney. En las tres los planes de rehabilitación han sido orientados por Gehl. Comparten dos preceptos básicos: facilitar que sus habitantes paseen por sus calles y que se desplacen en bicicleta. Las ventajas son numerosas: por un lado, las ciudades adquieren una escala más humana porque aumentan los comercios a pie de calle, los servicios y los puntos de encuentro; por otro, se consiguen ciudades más sostenibles.

Además, al reducir la contaminación y, sobre todo, al aumentar el ejercicio físico que practican los ciudadanos, mejora la salud global. Con el aumento de la esperanza de vida, una mejora de la salud en la tercera edad disminuye los gastos asumidos por el Estado. En general, “que estos planes contribuyen a mejorar la economía es algo que ha sido documentado numerosas veces”, según Gehl.

Estas medidas deben estar planeadas y sus efectos han de revisarse. Gehl es muy crítico con gran parte de los arquitectos modernos, que “hacen un edificio espectacular, sacan una fotografía que será portada de todas las revistas y corren a construir el siguiente. No revisan si su acción mejora la vida de la gente. Solo se someten a una discusión ideológica: van de un ‘ismo’ a otro ‘ismo’ porque se consideran artistas”.