La remodelación del puerto pesquero, a finales de año, incluirá un
paseo peatonal hasta la Torre del reloj, una nueva lonja con restaurante-mirador
y caseta de venta y degustación de pescado fresco a granel
Meritxell M. Pauné, La Vanguardia, Barcelona, 20 agosto 2012
“Tenemos que buscar actividades complementarias y potenciar el valor añadido para seguir viviendo del mar. O nos renovamos, o morimos”, sentencia José Manuel Juárez, Patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Barcelona. Efectivamente los pescadores de la capital catalana llevaban unos años muy malos. Las capturas bajan, pierden caladeros y se han jubilado muchas embarcaciones. En los últimos tres años su flota se ha reducido una cuarta parte, hasta llegar a las 36 barcas actuales. La pesca ya no les da para vivir exclusivamente de ella.
(imatges de l'àmbit PF)
Para reducir el ritmo extractivo sin perder más flota, los pescadores de Barcelona se han lanzado a por el turismo. A por el pescaturismo, concretamente. La remodelación del puerto pesquero, pactada con la Autoritat Portuària y el Ayuntamiento, les permitirá dar el gran salto. Las obras durarán unos cinco años y empezarán antes que acabe 2012, confirma el Puerto, pero el desembarco al negocio del turismo ya ha empezado. Empiezan a verse por el Muelle de los Pescadores chefs con estrellas Michelin interesados en la cocina marinera clásica, curiosos que quieren ver cómo se trabaja a bordo, gourmets que acuden a comprar marisco para su consumo doméstico y algún que otro visitante de Alimentaria seducido por los folletos promocionales.
Pescaturismo
El 3 de agosto entró en vigor un decreto dela Generalitat, el primero del Estado, que regula el llamado Pescaturismo. Las cofradías catalanas, en especial las del Delta del Ebro, impulsan desde 2008 una fórmula que aúna pesca extractiva y turismo. Se trata de una diversificación de los ingresos a través de la gastronomía, el turismo de paisajes y experiencias y la divulgación científica, tecnológica y antropológica de la vida marinera. El decreto autoriza y concreta requisitos para los pescadores y acuicultores que deseen atender turistas, aunque todavía hace falta allanar la gestión de las autorizaciones de embarque, que son competencia de Capitanía Marítima.
Por el Puerto de Barcelona han pasado ya media docena de chefs. La primera toma de contacto fueron los salones Alimentaria y Degusta, donde promocionaron su producto. Luego llegó el degoteo de visitas a la lonja, donde de paso 'pescaron' nuevos trucos de cocina y recetas antiguas. “Les interesa mucho el producto fresco y quieren darle un toque especial, tienen mucha curiosidad por cómo cocinamos a bordo”, describe Juárez. En las largas jornadas de pesca, la tripulación elabora comidas sencillas con los ingredientes que tiene a mano, como fideuá, fideos a banda o zarzuela.
“Les sorprende que hagamos el marisco muy poco hecho, casi crudo. Por ejemplo, las gambas siempre las hacemos de un solo lado, porque con muy poco fuego ya se hacen y quedan más jugosas; si las haces mucho quedan secas y pieden el sabor”. Algunos cocineros incluso se han enrolado en jornadas de aprendizaje en vivo, en alta mar, para participar y comer del llamado rancho marinero. “A nosotros nos va bien y a ellos también”, ríe el cofrade.
Embarcar turistas tiene doble beneficio, para el medio ambiente y para la promoción del producto. “Los días que haces pescaturismo no sales a pescar normal, haces la misma faena pero en vez de tres lances [de redes], haces uno. Así sacamos menos pescado del mar, es más sostenible, pero no perdemos ingresos”. Los turistas ayudan a recoger las redes o simplemente hacen fotos, desembarcan en el puerto y finalmente degustan el pescado que han visto ellos mismos cómo era capturado.
Habrá que ver qué impacto tiene sobre el barrio este nuevo sex appeal pescador, puesto que en las últimas dos décadas el turismo ha conllevado graves consecuencias sobre el tejido social de La Barceloneta. Los precios de la vivienda se han disparado, la restauración y el ocio se come al comercio de proximidad y la población más frágil ha sido expulsada del barrio o marginada dentro de él. Gala Pin, presidenta de la asociación vecinal L'Òstia, reconoce que "el mar ya no da más de sí y los pescadores necesitan alternativas", pero se pregunta "si verdaderamente el turismo es la única opción". Recuerda que la situación actual no es casual: "Barcelona no ha cuidado nunca a sus pescadores y la Generalitat retiró la subvención del gasoil". "El impacto de la industria turística, más que los propios visitantes, ha sido muy fuerte en el barrio y tememos que la ciudad esté apostando demasiado a una sola carta", lamenta.
Pescado made in La Barceloneta
En cuanto al producto, han creado la marca común Peix de La Barceloneta, con la que promocionan el producto en ferias internacionales y entre restauradores. Además tener marca propia les permite establecer un precio mínimo para las especies más características, que frena la caída de precios en días de mucha oferta. También han recibido recientemente el distintivo Q de calidad para su pescado azul.
Desde hace un par de años ya no hace falta pertenecer al gremio pescatero ni ser mayorista para comprar en la lonja, aunque la burocracia y los avales requeridos todavía son bastante farragosos. El chef Jordi Cruz, doble estrella Michellin, por ejemplo, acude a proveerse a La Barceloneta para el programa culinario que tiene en la televisión polaca. También reciben la visita de equipos de rodaje extranjeros –la semana pasada japoneses y americanos–, que realizan documentales y exportan la marca Barceloneta.
La apertura ciudadana se ha iniciado con excusas lúdicas, como un día de puertas abiertas y degustaciones gratuitas durante la fiesta mayor de La Barceloneta [el próximo 29 de septiembre]. O la procesión del Carmen, patrona de los pescadores, que también atrajo público. Pero la verdadera apertura llegará con la peatonalización del primer tramo del Moll dels Pescadors, a punto de empezar.
La reforma del Moll, un imperativo tecnológico
Otro factor que ha llevado al límite la situación es el mal estado de las instalaciones, más que centenarias. “Son las más anticuadas de todas las cofradías de Catalunya”, recalca Juárez. La difícil situación económica de la entidad hace unos años les imposibilitaba renovarlas por sí mismos, así que negociaron una reforma con la Autoritat Portuària que marcara un antes y un después.
El acuerdo alcanzado consiste en que los pescadores cedan espacio –casi un 25% de los 24.103 m2 que hoy utilizan– y el Puerto a cambio les construya y financie una nueva fábrica de hielo y una nueva lonja. La actividad pesquera no será trasladada ni interrumpida durante las obras. Además el plan, aprobado en marzo de 2011, incorpora elementos de apertura al turismo y de rentabilización de las infrastructuras, por ejemplo obteniendo excedente de hielo que pueda venderse desvinculado del pescado.
“Tendremos menos espacio, pero más ordenado y productivo”, resume el patrón mayor. La fábrica de hielo tendrá toda la maquinaria de acero inoxidable y ocupará un espacio ahora libre, donde se tienden redes. La actual se derruirá para dar paso a una atractiva lonja, elemento clave para atraer visitantes. En la planta baja se harán las subastas y en la superior habrá un restaurante acristalado, desde el que se verá el Maremagnum y el Port Vell y desde donde podrá contemplarse la subasta del pescado del día gracias a una pasarela mirador, como en Palamós. “Buscaremos un acuerdo para el restaurante cocine lo que el cliente compre en la lonja, con un porcentaje de incremento y las bebidas a parte”, sueña el patrón mayor.
Donde hoy hay la oficina de la cofradía y la lonja –de una estructura octogonal muy singular–, habrá el acceso a la lonja y aparcamientos al aire libre, de uso preferente para los compradores y trabajadores. La barrera que limita el acceso quedará detrás dela Torre del Reloj, emblema de los pescadores y principal icono –sino único– de la Barcelona marinera. Data de 1772 y ejerció de faro hasta mediados del siglo XIX. La Cofradía estudia incluso que pase a ser visitable por dentro, puesto que la esfera del reloj esconde un mirador nunca explotado. En las cuatro caras de la torre, la pieza que contiene el número siete es en realidad una ventana y puede abrirse. Desde la que da a Barcelona, aseguran, hay una vista impagable de la ciudad, del Port Vell hasta Collserola. “Por ahora el acceso interior no está contemplado, pero sí que se podrá llegar hasta el pie dela Torre”, avisa con prudencia la Autoritat Portuària.
Y no es la única oportunidad turística que han vislumbrado de los pescadores. El patio de redes tiene un ala entera sin utilizar. La decena de casetas más cercana a la lonja –el futuro parking– está ahora tapiada, porque tras la gran reducción de flota en la última década ya no necesitan tantas. El plan de remodelación incluye la posibilidad a 7-8 años vista de rehabilitar estas diez casetas y abrirles un mostrador hacia el otro lado –la zona peatonal, de acceso libre– para que los cofrades que lo deseen puedan vender a granel pescado fresco del día. Incluso, si la iniciativa tira adelante, podrían ofrecer degustaciones sencillas, como gambas a la plancha o pescadito frito. No hay que tener un máster en marketing para ver enseguida el potencial de un espacio así, bien vestido como experiencia gastronómica y con este aire de autenticidad palpable.
El impulso del relevo generacional
Todas estas estrategias para reinventar el oficio llegan de la mano de una nueva Junta en la Cofradía, formada por patrones y marineros más jóvenes y con ideas nuevas. “Las tradiciones son bonitas pero a veces se enquistan, no podemos navegar contra la corriente del mundo real”, advierte José Manuel Juárez. La mayoría son vecinos o hijos del barrio y vienen de familia pescadora. Cinco de los diez tienen menos de 34 años.
“El Puerto históricamente nos fue arrinconando y nosotros vivíamos para el mar y solo de cara al mar. Habíamos quedado marginados y ahora tenemos que abrirnos a la ciudad y al barrio, a nuestra Barceloneta, para que nos conozcan y se valore nuestro producto”, relata el patrón mayor. Está seguro que, sin diversificar ingresos, los pescadores se habrían extinguido en cinco años. El turismo, dice, no les da miedo: “Ya estamos rodeados de él, en tierra y en el mar con los yates. Lo que queremos es atraer turismo de calidad y que a través suyo podamos preservar la pesca en Barcelona, que nuestros nietos si quieren puedan ser pescadores en su ciudad”.
(vía La Vanguardia)
paseo peatonal hasta la Torre del reloj, una nueva lonja con restaurante-mirador
y caseta de venta y degustación de pescado fresco a granel
Meritxell M. Pauné, La Vanguardia, Barcelona, 20 agosto 2012
“Tenemos que buscar actividades complementarias y potenciar el valor añadido para seguir viviendo del mar. O nos renovamos, o morimos”, sentencia José Manuel Juárez, Patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Barcelona. Efectivamente los pescadores de la capital catalana llevaban unos años muy malos. Las capturas bajan, pierden caladeros y se han jubilado muchas embarcaciones. En los últimos tres años su flota se ha reducido una cuarta parte, hasta llegar a las 36 barcas actuales. La pesca ya no les da para vivir exclusivamente de ella.
(imatges de l'àmbit PF)
Para reducir el ritmo extractivo sin perder más flota, los pescadores de Barcelona se han lanzado a por el turismo. A por el pescaturismo, concretamente. La remodelación del puerto pesquero, pactada con la Autoritat Portuària y el Ayuntamiento, les permitirá dar el gran salto. Las obras durarán unos cinco años y empezarán antes que acabe 2012, confirma el Puerto, pero el desembarco al negocio del turismo ya ha empezado. Empiezan a verse por el Muelle de los Pescadores chefs con estrellas Michelin interesados en la cocina marinera clásica, curiosos que quieren ver cómo se trabaja a bordo, gourmets que acuden a comprar marisco para su consumo doméstico y algún que otro visitante de Alimentaria seducido por los folletos promocionales.
Pescaturismo
El 3 de agosto entró en vigor un decreto dela Generalitat, el primero del Estado, que regula el llamado Pescaturismo. Las cofradías catalanas, en especial las del Delta del Ebro, impulsan desde 2008 una fórmula que aúna pesca extractiva y turismo. Se trata de una diversificación de los ingresos a través de la gastronomía, el turismo de paisajes y experiencias y la divulgación científica, tecnológica y antropológica de la vida marinera. El decreto autoriza y concreta requisitos para los pescadores y acuicultores que deseen atender turistas, aunque todavía hace falta allanar la gestión de las autorizaciones de embarque, que son competencia de Capitanía Marítima.
Por el Puerto de Barcelona han pasado ya media docena de chefs. La primera toma de contacto fueron los salones Alimentaria y Degusta, donde promocionaron su producto. Luego llegó el degoteo de visitas a la lonja, donde de paso 'pescaron' nuevos trucos de cocina y recetas antiguas. “Les interesa mucho el producto fresco y quieren darle un toque especial, tienen mucha curiosidad por cómo cocinamos a bordo”, describe Juárez. En las largas jornadas de pesca, la tripulación elabora comidas sencillas con los ingredientes que tiene a mano, como fideuá, fideos a banda o zarzuela.
“Les sorprende que hagamos el marisco muy poco hecho, casi crudo. Por ejemplo, las gambas siempre las hacemos de un solo lado, porque con muy poco fuego ya se hacen y quedan más jugosas; si las haces mucho quedan secas y pieden el sabor”. Algunos cocineros incluso se han enrolado en jornadas de aprendizaje en vivo, en alta mar, para participar y comer del llamado rancho marinero. “A nosotros nos va bien y a ellos también”, ríe el cofrade.
Embarcar turistas tiene doble beneficio, para el medio ambiente y para la promoción del producto. “Los días que haces pescaturismo no sales a pescar normal, haces la misma faena pero en vez de tres lances [de redes], haces uno. Así sacamos menos pescado del mar, es más sostenible, pero no perdemos ingresos”. Los turistas ayudan a recoger las redes o simplemente hacen fotos, desembarcan en el puerto y finalmente degustan el pescado que han visto ellos mismos cómo era capturado.
Habrá que ver qué impacto tiene sobre el barrio este nuevo sex appeal pescador, puesto que en las últimas dos décadas el turismo ha conllevado graves consecuencias sobre el tejido social de La Barceloneta. Los precios de la vivienda se han disparado, la restauración y el ocio se come al comercio de proximidad y la población más frágil ha sido expulsada del barrio o marginada dentro de él. Gala Pin, presidenta de la asociación vecinal L'Òstia, reconoce que "el mar ya no da más de sí y los pescadores necesitan alternativas", pero se pregunta "si verdaderamente el turismo es la única opción". Recuerda que la situación actual no es casual: "Barcelona no ha cuidado nunca a sus pescadores y la Generalitat retiró la subvención del gasoil". "El impacto de la industria turística, más que los propios visitantes, ha sido muy fuerte en el barrio y tememos que la ciudad esté apostando demasiado a una sola carta", lamenta.
Pescado made in La Barceloneta
En cuanto al producto, han creado la marca común Peix de La Barceloneta, con la que promocionan el producto en ferias internacionales y entre restauradores. Además tener marca propia les permite establecer un precio mínimo para las especies más características, que frena la caída de precios en días de mucha oferta. También han recibido recientemente el distintivo Q de calidad para su pescado azul.
Desde hace un par de años ya no hace falta pertenecer al gremio pescatero ni ser mayorista para comprar en la lonja, aunque la burocracia y los avales requeridos todavía son bastante farragosos. El chef Jordi Cruz, doble estrella Michellin, por ejemplo, acude a proveerse a La Barceloneta para el programa culinario que tiene en la televisión polaca. También reciben la visita de equipos de rodaje extranjeros –la semana pasada japoneses y americanos–, que realizan documentales y exportan la marca Barceloneta.
La apertura ciudadana se ha iniciado con excusas lúdicas, como un día de puertas abiertas y degustaciones gratuitas durante la fiesta mayor de La Barceloneta [el próximo 29 de septiembre]. O la procesión del Carmen, patrona de los pescadores, que también atrajo público. Pero la verdadera apertura llegará con la peatonalización del primer tramo del Moll dels Pescadors, a punto de empezar.
La reforma del Moll, un imperativo tecnológico
Otro factor que ha llevado al límite la situación es el mal estado de las instalaciones, más que centenarias. “Son las más anticuadas de todas las cofradías de Catalunya”, recalca Juárez. La difícil situación económica de la entidad hace unos años les imposibilitaba renovarlas por sí mismos, así que negociaron una reforma con la Autoritat Portuària que marcara un antes y un después.
El acuerdo alcanzado consiste en que los pescadores cedan espacio –casi un 25% de los 24.103 m2 que hoy utilizan– y el Puerto a cambio les construya y financie una nueva fábrica de hielo y una nueva lonja. La actividad pesquera no será trasladada ni interrumpida durante las obras. Además el plan, aprobado en marzo de 2011, incorpora elementos de apertura al turismo y de rentabilización de las infrastructuras, por ejemplo obteniendo excedente de hielo que pueda venderse desvinculado del pescado.
“Tendremos menos espacio, pero más ordenado y productivo”, resume el patrón mayor. La fábrica de hielo tendrá toda la maquinaria de acero inoxidable y ocupará un espacio ahora libre, donde se tienden redes. La actual se derruirá para dar paso a una atractiva lonja, elemento clave para atraer visitantes. En la planta baja se harán las subastas y en la superior habrá un restaurante acristalado, desde el que se verá el Maremagnum y el Port Vell y desde donde podrá contemplarse la subasta del pescado del día gracias a una pasarela mirador, como en Palamós. “Buscaremos un acuerdo para el restaurante cocine lo que el cliente compre en la lonja, con un porcentaje de incremento y las bebidas a parte”, sueña el patrón mayor.
Y no es la única oportunidad turística que han vislumbrado de los pescadores. El patio de redes tiene un ala entera sin utilizar. La decena de casetas más cercana a la lonja –el futuro parking– está ahora tapiada, porque tras la gran reducción de flota en la última década ya no necesitan tantas. El plan de remodelación incluye la posibilidad a 7-8 años vista de rehabilitar estas diez casetas y abrirles un mostrador hacia el otro lado –la zona peatonal, de acceso libre– para que los cofrades que lo deseen puedan vender a granel pescado fresco del día. Incluso, si la iniciativa tira adelante, podrían ofrecer degustaciones sencillas, como gambas a la plancha o pescadito frito. No hay que tener un máster en marketing para ver enseguida el potencial de un espacio así, bien vestido como experiencia gastronómica y con este aire de autenticidad palpable.
El impulso del relevo generacional
Todas estas estrategias para reinventar el oficio llegan de la mano de una nueva Junta en la Cofradía, formada por patrones y marineros más jóvenes y con ideas nuevas. “Las tradiciones son bonitas pero a veces se enquistan, no podemos navegar contra la corriente del mundo real”, advierte José Manuel Juárez. La mayoría son vecinos o hijos del barrio y vienen de familia pescadora. Cinco de los diez tienen menos de 34 años.
“El Puerto históricamente nos fue arrinconando y nosotros vivíamos para el mar y solo de cara al mar. Habíamos quedado marginados y ahora tenemos que abrirnos a la ciudad y al barrio, a nuestra Barceloneta, para que nos conozcan y se valore nuestro producto”, relata el patrón mayor. Está seguro que, sin diversificar ingresos, los pescadores se habrían extinguido en cinco años. El turismo, dice, no les da miedo: “Ya estamos rodeados de él, en tierra y en el mar con los yates. Lo que queremos es atraer turismo de calidad y que a través suyo podamos preservar la pesca en Barcelona, que nuestros nietos si quieren puedan ser pescadores en su ciudad”.
(vía La Vanguardia)
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