Por: Anna Argemi, El País, 10 de mayo de 2013
Hace varios años se me estropeó la impresora. Sin pensarlo dos veces la cargué en volandas hasta la primera tienda de informática que encontré con la esperanza de que quizás una transfusión de tinta o un trasplante de engranaje le devolvieran la vida y los colores. Solté el lastre aliviada sobre el mostrador de la tienda:
- ¿Cuánto puede costar arreglar la impresora?
El dependiente frunció el entrecejo mientras sopesaba con la mirada las rectas y las aristas algo desgastadas del armatoste.
- Lo siento pero no arreglamos impresoras. Te sale más a cuenta comprarte una nueva.
Recibí la misma respuesta en todas y cada una de las tiendas donde mendigué algo de compasión y al final di mi brazo a torcer: me compré una nueva.
Recordé el episodio hace unas semanas al pasar por delante de un local a la puerta del cual se puede leer: "Mejor que nuevo: 100% viejo". Se trata de unainiciativa del Área Metropolitana de Barcelona que persigue el loable objetivo dealargar la vida de los objetos y, por ende, generar menos residuos.
En su local cualquier ciudadano puede ir a reparar él mismo objetos de madera, textiles, de lampistería, electrónica e informática, y también bicicletas. A su disposición se ponen las herramientas necesarias además de la supervisión y la asesoría de un técnico. Y todo por el módico precio de cero euros. La curiosidad me hizo entrar. Casi sin mediar palabra con la recepcionista reformulé la pregunta de años atrás:
- ¿Ustedes pueden arreglar impresoras?
Frunció el entrecejo, lo que me hizo temer lo peor, pero deshizo la mueca enseguida.
- Depende. A algunas conseguimos recuperarlas. Otras...
Mayra, que así se llama la recepcionista, muy simpática y dicharachera, me relató historias de cuasimilagros: cocinas de inducción, que habían sido dadas por muertas y enterradas, volviendo a la vida. Y todo ello por un coste ridículo. El precio del material -lo único que debe abonar el usuario del servicio- no había sobrepasado en este caso los 10 €. Mientras ella hablaba y hablaba fueron desfilando ante mí todo tipo de cacharros: ventiladores, secadores de pelo, aspiradoras, estufas. Los imaginé alegres y relucientes tras haber sido rescatadosin extremis de la montaña de los desperdicios. Mayra me enseñó en el blog de Mejor que Nuevo una serie de fotos que testifican "el antes y el después". Parece un anuncio de cirugía estética, y hasta cierto punto lo es.
La semana que viene la inicitiva cumple cuatro años. Por sus locales habrán pasado unas cinco mil personas de toda edad y condición, la mayoría de la ciudad de Barcelona y alrededores. Los jóvenes, por lo visto, se presentan con una bici coja. Los más mayores, acompañados de nietos que les hacen el favor de acarrear hasta el local un sofá desvencijado pero querido. Muchos usuarios repiten después de probar la experiencia.
Confieso que al despedirme casi tuve ganas de que se me estropeara la impresora para ir allí e intentar repararla. Mayra se despidió de mí con un "hasta la próxima reparación".
Sólo espero que además de recepcionista no sea profeta.
- ¿Cuánto puede costar arreglar la impresora?
El dependiente frunció el entrecejo mientras sopesaba con la mirada las rectas y las aristas algo desgastadas del armatoste.
- Lo siento pero no arreglamos impresoras. Te sale más a cuenta comprarte una nueva.
Recibí la misma respuesta en todas y cada una de las tiendas donde mendigué algo de compasión y al final di mi brazo a torcer: me compré una nueva.
Recordé el episodio hace unas semanas al pasar por delante de un local a la puerta del cual se puede leer: "Mejor que nuevo: 100% viejo". Se trata de unainiciativa del Área Metropolitana de Barcelona que persigue el loable objetivo dealargar la vida de los objetos y, por ende, generar menos residuos.
En su local cualquier ciudadano puede ir a reparar él mismo objetos de madera, textiles, de lampistería, electrónica e informática, y también bicicletas. A su disposición se ponen las herramientas necesarias además de la supervisión y la asesoría de un técnico. Y todo por el módico precio de cero euros. La curiosidad me hizo entrar. Casi sin mediar palabra con la recepcionista reformulé la pregunta de años atrás:
- ¿Ustedes pueden arreglar impresoras?
Frunció el entrecejo, lo que me hizo temer lo peor, pero deshizo la mueca enseguida.
- Depende. A algunas conseguimos recuperarlas. Otras...
Mayra, que así se llama la recepcionista, muy simpática y dicharachera, me relató historias de cuasimilagros: cocinas de inducción, que habían sido dadas por muertas y enterradas, volviendo a la vida. Y todo ello por un coste ridículo. El precio del material -lo único que debe abonar el usuario del servicio- no había sobrepasado en este caso los 10 €. Mientras ella hablaba y hablaba fueron desfilando ante mí todo tipo de cacharros: ventiladores, secadores de pelo, aspiradoras, estufas. Los imaginé alegres y relucientes tras haber sido rescatadosin extremis de la montaña de los desperdicios. Mayra me enseñó en el blog de Mejor que Nuevo una serie de fotos que testifican "el antes y el después". Parece un anuncio de cirugía estética, y hasta cierto punto lo es.
La semana que viene la inicitiva cumple cuatro años. Por sus locales habrán pasado unas cinco mil personas de toda edad y condición, la mayoría de la ciudad de Barcelona y alrededores. Los jóvenes, por lo visto, se presentan con una bici coja. Los más mayores, acompañados de nietos que les hacen el favor de acarrear hasta el local un sofá desvencijado pero querido. Muchos usuarios repiten después de probar la experiencia.
Confieso que al despedirme casi tuve ganas de que se me estropeara la impresora para ir allí e intentar repararla. Mayra se despidió de mí con un "hasta la próxima reparación".
Sólo espero que además de recepcionista no sea profeta.
(vía El País)
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