un modo de rehabitar nuestros edificios de viviendas es dotarlos de un número de habitaciones equipadas autónomas que permitan a la casa crecer temporalmente conforme a las necesidades de sus inquilinos. a estas habitaciones, por su peculiar relación con las viviendas del inmueble, las denominamos habitaciones satélite (1).
Mejorar la casa, rehabitar el bloque
Muchas viviendas pueden mejorar substancialmente con una puesta al día técnica, en eficiencia energética o en accesibilidad. Pero la posibilidad de ampliar sus usos, de adaptarse a las necesidades de sus habitantes con el paso del tiempo, resulta imposible al quedar constreñidas entre sus cuatro paredes. En estos casos, la mejora de esas viviendas debe buscarse en el conjunto del inmueble del que forman parte. La propuesta de las habitaciones satélite apunta en esa dirección. La idea es dotar el edificio de un número suficiente de habitaciones sueltas, separadas de la vivienda –unos pisos por encima o por debajo– que permitan extender la casa temporalmente para cubrir esas necesidades y, una vez satisfechas, ponerlas de nuevo a disposición de los inquilinos del bloque.
La prensa recoge ocasionalmente situaciones en las que esta propuesta tiene todo el sentido. Algunas guardan relación con la llamada familia extendida, como las personas mayores que requieren atenciones sin necesidad de renunciar a su intimidad, los primeros pasos hacia la emancipación de un hijo adolescente o el retorno temporal del hijo adulto separado de su pareja. Otras, se refieren a la implantación del trabajo desde casa, como el teletrabajo u otras fórmulas laborales, sin que por ello quede afectada la comodidad de la vivienda. O bien, simplemente, existe la necesidad de disponer de un espacio propio separado de la casa que saque provecho de esta condición. No se trata tan solo de una cuestión de superficie, sino de las prestaciones que una habitación autónoma puede ofrecer.
La prensa recoge ocasionalmente situaciones en las que esta propuesta tiene todo el sentido. Algunas guardan relación con la llamada familia extendida, como las personas mayores que requieren atenciones sin necesidad de renunciar a su intimidad, los primeros pasos hacia la emancipación de un hijo adolescente o el retorno temporal del hijo adulto separado de su pareja. Otras, se refieren a la implantación del trabajo desde casa, como el teletrabajo u otras fórmulas laborales, sin que por ello quede afectada la comodidad de la vivienda. O bien, simplemente, existe la necesidad de disponer de un espacio propio separado de la casa que saque provecho de esta condición. No se trata tan solo de una cuestión de superficie, sino de las prestaciones que una habitación autónoma puede ofrecer.
Se propone sustituir algunas de las viviendas de un edificio, preferiblemente contiguas –considerando aquí el cada vez más frecuente número de viviendas desocupadas– para generar habitaciones con acceso independiente, equipadas con baño, un pequeño trastero y un rincón acondicionado como office, todo ello entorno a unos 20 m2, para dar cabida, sin salir del edificio, a situaciones como las descritas anteriormente. No se trata de construir nuevos apartamentos en el bloque, sino de complementar las viviendas ya existentes. Cada una de estas habitaciones no es suficiente para conseguir por sí misma los estándares de habitabilidad corrientes; tan solo cuando forma parte de dicha vivienda.
Viviendas discontinuas
La vieja imagen de la mano que introduce uno de los apartamentos de la Unité d’Habitation de Marsella de Le Corbusier en su estructura de hormigón –como si se tratara de una botella en una estantería– resulta ejemplar para explicar la autonomía del apartamento respecto al edificio. Para ilustrar ahora la autonomía de una habitación respecto a la vivienda proponemos, con una pequeña modificación, una variante de dicha imagen.
Podríamos imaginar que la mano extrae una vivienda, separa un fragmento y coloca la vivienda y el fragmento segregado en lugares distintos de la estructura del bloque. De hecho, el hotel de la Unité, en el que puede alojarse un invitado cerca pero no exactamente en la vivienda ¿no es una agrupación de habitaciones satélite que se alquilan por días?
La casa discontinua es el resultado de querer imaginar un conjunto de espacios vinculados entre sí por las relaciones personales que se establecen entre los miembros de una familia –en el sentido más amplio del término–. La vivienda es, entonces, una agrupación de habitaciones que comparten una serie de servicios y espacios comunes, y el bloque de viviendas es la oportunidad para que alguna de estas habitaciones se emancipe del resto.
¿La normativa podría plantearse hacer posible propuestas como éstas?
Tal vez seria útil una normativa que permitiera definir estas habitaciones como elementos autónomos, intercambiables en el seno del inmueble, quizás a partir de soluciones de copropiedad, como ocurre con el car sharing, o haciendo posible que estas estancias fueran de alquiler, aunque el conjunto de viviendas del bloque no lo fuera. Esto supondría revisar el concepto de habitabilidad, definiéndolo de manera que no se agotara en fórmulas que determinan la casa como unidad continua, pensando tal vez en una habitabilidad complementaria.
Disponer de una habitación suelta en el mismo bloque para que la vivienda pueda crecer cuando lo necesite es un modo de rehabitar la casa y, por extensión, el bloque y el barrio.
Disponer de una habitación suelta en el mismo bloque para que la vivienda pueda crecer cuando lo necesite es un modo de rehabitar la casa y, por extensión, el bloque y el barrio.
(1) Este texto es parte del catálogo de la exposición "Rehabitar (2): habitaciones satélite", comisariada y elaborada por el grupo de investigación HABITAR - UPC y organizada por el Ministerio de Vivienda en la sala Arquería de Nuevos Ministerios, Madrid, 2011. El texto completo del catálogo puede consultarse aquí.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada